Valeria Madrigal

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Mi nombre es Valeria Madrigal Solano.  La vida puede dar cambios y giros inesperados, pude ser testigo de eso durante el 2019. 

La experiencia que pude sobrellevar y hoy a la fecha puedo decir que superé, me dejó renovada. Algo en mi cambio para bien.

Nos pasamos toda la vida deseando otras cosas que no podemos tener, no valorando lo que tenemos, no compartiendo con nuestros seres amados, vivimos sin agradecer cada pequeñez, pero cuando llega un cambio, cuando vemos como caemos en un abismo, es ahí cuando tomamos consciencia que la vida merece ser aprovechada.

¿Con qué derecho digo todo esto? Porque viví a carne propia como mi mundo y no solo el mío sino también el de mi familia cambiaba.

En enero, para ser exacta, el 11 de enero del 2019 me internaron por una pérdida de peso anormal. Recuerdo que me sentía débil, no comía nada, no tenía fuerzas para nada. Estuve dos semanas internada en Medicina Interna, donde conocí ángeles que me ayudaron a conocer mi diagnóstico.

Mi diagnóstico fue Cáncer de Tiroides y Lupus Eritematoso Sistémico.

Hoy, doy fe que fue Dios quien me ayudó y me dio las fuerzas para afrontar la batalla. Me sentía nerviosa porque no sabía cuál iba a ser mi camino, no sabía que iba a seguir después del diagnóstico. No era una muchacha enfermiza y de un pronto a otro, recibo ese diagnóstico, pero fue Dios quien me brindó la valentía para afrontar cada obstáculo y no solo a mí, sino a mi familia también.

Confié ciegamente en él, en mis oraciones y las de mis seres queridos. El amor que recibía me hacía más fuerte y me llenaba de más esperanza para salir adelante y sonreírle a la vida.

La palabra cáncer, la creemos tan lejana a nosotros hasta que toca nuestra puerta. Nos asusta cuando la escuchamos, pero ahora más que asustarme, le agradezco porque me ayudó a crecer y a valorar cada pequeño detalle que Dios pone en mi día a día.

El 3 de mayo del mismo año (2019) me operaron. Me quitaron la Tiroides para desaparecer el cáncer y para mí ese día fue como mi segundo nacimiento.

Fue volver a nacer, el nacimiento de una persona renovada dispuesta apreciar cada momento, amar incondicionalmente y ser increíblemente feliz. Porque Dios me regaló esta oportunidad para devolver luz a quienes me la brindaron cuando yo no brillaba por mi cuenta.

Durante este proceso tuve la gran bendición de conocer a la que ahora es mi segunda familia, Proyecto Daniel. Personas llenas de amor, dedicación y entrega que cuidan de mí y de mi familia, que me motivan y llenan mis días de esperanza. Ahí he conocido jóvenes héroes que son un ejemplo de lucha y con quienes disfruto compartir.

Doy gracias al cáncer y a mi diagnóstico por hacerme quien soy ahora y hacer una versión mejorada de mí. Quedo dispuesta a enfrentar la vida, con una experiencia que me movió pero también me hizo inmensamente fuerte y llena de fe.