Donar ¢5.000 Hola, me llamo Jonathan, tengo 23 años y vivo en Cartago.

A mis 21 años recibí una noticia que cambio mi vida por completo, pero los cambios son buenos y hoy soy una persona diferente gracias a esto. Mi vida es un antes y un después y quiero compartirlo con ustedes.
En mi juventud no tomaba las mejores decisiones, no les tomaba importancia a las cosas ni a las personas que tenía a mi alrededor, me costaba valorar cada detalle que me daba la vida y lo único que me importaba era mi propio bienestar.
Desde pequeño practicaba futbol y me gustaban los deportes extremos. Como deportista uno siempre tiene lesiones, pero yo a mi edad no le tomaba mucha importancia porque pensaba que eran cosas simples y que pronto iba a estar mejor.
Nunca pensé que me pudiera ver vulnerable ante alguna enfermedad o alguna situación que afecta mi salud o incluso mi vida.
Un día despierto con un fuerte dolor en mi rodilla que pensaba era a causa del deporte que practicaba, voy al fisioterapeuta como lo hacía normalmente cada vez que tenía una lesión. Me dijeron que lo que tenía era una ruptura del ligamento colateral y pase 3 meses en terapia, recibí terapia con láser, corrientes regeneradoras y otros tratamientos.
Después de 3 largos meses manteniendo reposo y frenando toda la actividad física que realizaba, me dieron de alta y volví a jugar futbol y a seguir mi vida como lo hacía antes de la lesión, en este punto lo que no sabía es que el dolor solo estaba reposando y lo que creía era una lesión estaba creciendo y regenerándose gracias a las radiaciones y tratamientos a los que fui sometido.
Conforme iba pasando el tiempo y cada vez que practicaba deporte de forma intensa empezaba a reaparecer el dolor de rodilla, pero esta vez venía con un poco de inflamación una pequeña pelota en mi tibia.
Yo ignoraba ese dolor porque lo único que quería era seguir jugando futbol, pero cada vez el dolor era más intenso y lo que era una pelota pequeña fue creciendo a tal punto en donde mi rodilla no se veía. Por esta razón opte por hacerme exámenes más a fondo y fue en una resonancia magnética donde todo lo que creía que nunca me podría pasar me estaba pasando.
Entre al hospital para realizarme otros exámenes para entender bien que era lo que estaba causando esa molestia en mi pierna. En este momento es donde mi vida empezaría a cambiar, donde la vida me da una lección, después de tantos exámenes llega el día de los resultados y es en ese preciso momento donde te das cuenta que nunca valoraste la vida que tenías.
En octubre de 2016 me diagnostican con un osteosarcoma, la pelotita de mi rodilla era un tumor maligno y altamente agresivo por lo que al día siguiente de mi diagnostico tuve que empezar a recibir quimioterapia para tratar de reducir el tamaño del tumor para que en dos meses me operaran.
Pasé por todo el proceso de quimioterapia, sus efectos secundarios y empecé a agradecer cada segundo de mi vida, es hasta el momento en el que nos vemos vulnerables donde vemos lo mucho que Dios nos da y solo el hecho de seguir con vida era un gran regalo. Si en ese momento estaba pasando por uno de los momentos más difíciles de mi vida, no podía imaginar que lo que seguía iba a ser aun peor.
A un mes de mi operación me vio el ortopedista para explicarme cómo iban a realizar mi cirugía y me puso lo que al día de hoy ha sido la decisión más fácil de tomar, porque era mi vida la que estaba en riesgo.
La primera opción era conservar mi pierna y hacer un raspado en el hueso, esto no aseguraba que el cáncer se eliminara y era un 90% de riesgo no salir vivo del quirófano. La segunda opción era amputar mi pierna y aunque no era un 100% de probabilidad de que desapareciera el cáncer era la mejor opción y me aseguraba después de eso seguir una vida normal.
Yo decidí amputarme ya que podía tener dos piernas, pero solo 1 vida. Les cuento que hasta el día de hoy no tengo ninguna duda de que fue la mejor decisión que he tomado en mi vida, gracias al cáncer y a mi amputación he visto la vida desde otra perspectiva, una donde agradezco desde el hecho de poder despertarme abrir los ojos y respirar, de todos los pequeños detalles que la vida nos regala y antes nunca valore.
En todo el proceso de recuperación, conté con el apoyo de mi familia, amigos y sin duda alguna la que hoy llamo mi segunda familia Proyecto Daniel, quienes me motivan a sonreír a pesar de las adversidades, a demostrar que somos más que una enfermedad y a sobrellevar el proceso olvidándonos de hospitales y sacándonos de la rutina en cada actividad.
Hoy en día mi vida ha cambiado a un 100% y con una pierna menos he logrado más de lo que pensé hacer con las dos, porque me di cuenta que somos nosotros quienes nos ponemos límites y que la discapacidad no es física sino es nuestra mente que nos impide lograr lo que queremos.